Aquellas ingeniosas ardillas siberianas
Salmos 7:10
“Mi escudo está en Dios, que salva a los rectos de corazón”.
Las ardillas siberianas se encuentran muy abajo de la cadena alimenticia. Todo desde las serpientes hasta los zorros busca como comida a una ardilla. Sin embargo, las ardillas siberianas son muy ingeniosas pues utilizan a uno de sus enemigos para defenderse a sí mismas. Si una ardilla siberiana descubre una serpiente muerta, comprensiblemente tendrá cuidado de asegurarse que está muerta. Una vez que tiene la certeza, la ardilla masticará la piel de la serpiente muerta. Luego, en un comportamiento llamado “auto-unción”, la ardilla aplica la piel masticada sobre su pelaje. Asimismo, las ardillas también se auto-ungirán con la orina y las eses de la serpiente. Los estudios de campo mostraron que aunque las ardillas ignoran los esqueletos de sapos, pájaros o lagartijas, ellas se auto-ungirán de esta forma con cuatro especies de serpientes.
Aunque otras observaciones de campo explicaron la razón de este extraño comportamiento. Las serpientes tienen menor probabilidad de comer una ardilla ungida. El olor de la serpiente sobre la ardilla también puede disuadir a otros animales que se alimentan de la ardilla. La estrategia de defensa de la ardilla levanta algunas preguntas difíciles para aquellos que creen que el mundo viviente es el producto de la casualidad. ¿Cómo pudieron saber estas ardillas que si se cubren con la piel de su enemigo mortal les protegería de ese enemigo?
La tarea de desarrollar esta estrategia y luego superar su temor natural al acercarse a ese enemigo, a pesar de que está muerto, parece demasiado grande para la mente de una ardilla. Sin embargo, es una labor pequeña y simple para el Creador que hizo todas las cosas y enseñó a las ardillas a protegerse de esta manera. Ese mismo Dios nos protege de la antigua serpiente, el diablo, a través de Su Hijo, Cristo Jesús.
Prayer:
Amado Padre, ayúdame diariamente a revestirme de Cristo para tener Tu protección. Amén.
Notes:
Bombardier Beetles and Fever Trees, p. 51.