Arañas sociales
Job 8:13-14
“Tales son los caminos de todos los que se olvidan de Dios; y así perecerá la esperanza del impío, porque su esperanza es apenas como un hilo, y su confianza, como una tela de araña”.
Una reunión familiar entre arañas no es algo bonito. Muchas de las 35.000 especies de arañas empiezan a comer a sus hermanos en cuanto nacen. Por esta razón, son típicamente cazadoras solitarias. Los evolucionistas siempre han explicado que las arañas evolucionaron de esta forma porque es lo que funciona mejor para ellas.
Pero unas pocas especies de arañas son sociales. Viven juntas en grandes comunidades, cuidando mutuamente de sus críos y trabajando juntas para conseguir alimento. Su estructura social no es como aquella de las abejas u hormigas; pero, como un investigador lo dijo, la sociedad de las arañas es más como un rebaño de ñúes. Una araña social sudamericana vive en colonias multi-generacionales que pueden tener cientos de miles de miembros. La araña cangrejo de Australia también es social, y construye un nido de hojas de eucalipto. La araña orbe colonial tejedora de México y del sur de los EEUU construye inmensas colonias de telarañas orbes. La telaraña de colonia más grande jamás encontrada era de 12 pies (4.8 metros) de profundidad, seis pies (1.8 metros) de alto y 600 pies (182.8 metros) de largo. ¡Contenía cientos de miles de miembros!
Los científicos evolucionistas han estado luchando no sólo con una explicación de cómo las arañas sociales evolucionaron, pero como sucedió independientemente entre ocho familias de arañas no relacionadas. Aunque la respuesta debe ser obvia. El mismo Creador Quien hizo que el ñu sea un animal de rebaño, también hizo arañas sociales de la misma forma. Él lo hizo para que podamos reconocer Su existencia, y luego aprender de Su amor para con nosotros al enviar a Su Hijo para ser nuestro Salvador.
Prayer:
Te alabamos, Padre, por la sorprendente creatividad con la cual has firmado Tu creación para que podamos buscarte. Amén.
Notes:
Laura Helmuth, Spider Solidarity Forever, Science News, May 8, 1999, v.155, p.300