Lucas 18:13

“Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador”.

             Escuchamos mucho acerca del auto-estima el día de hoy.  El “movimiento por el auto-estima”, constituido por algunos maestros religiosos y psicólogos, busca hacer que las personas se sientan mejor acerca de sí mismas sin hacer referencia al pecado o la necesidad del perdón.  Algunos maestros religiosos inclusive han dicho que el cristianismo debe dejar de hablar del pecado.  Debido a que el movimiento está asociado con la psicología, muchos creen erróneamente que las afirmaciones del “movimiento por el auto-estima” tiene una base científica.  No es así.

Considere al publicano que oró, “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres…”  Desde el punto de vista del mundo él no tenía ningún problema de auto-estima.  Por otro lado, el mundo diría que el pecador que oró, “Dios, sé propicio a mí, pecador…” tenía un serio problema de auto-estima.  En el análisis de Jesús, sin embargo, la auto-justificación del publicano – su “buen auto-estima” – era lo que le mantenía alejado de Dios.  Era el conocimiento del pecador de su auto-desprecio  y humilde arrepentimiento, que le traía la paz de Dios en una relación personal con su Creador.

Desde este punto de ventaja es fácil ver que la secta del auto-estima promueve la auto-justificación. El añadir Cristo al auto-estima todavía produce justificación.

¡Los cristianos y todas las personas deben ser animados a enfocarse en Cristo!  El cristiano que vive una vida diaria de arrepentimiento en el completo conocimiento de que Cristo le ha redimido, cumpliendo una expiación completa y paz con Dios, no tendrá ningún “problema de auto-estima”.

 

Oración: Perdóname, amado Señor, por aquellos tiempos cuando yo me he sentido ingratamente apenado por mí mismo o dejé que mi orgullo nos separe.  Lléname con el gozo y la paz que solo Tú puedes proveer a través del perdón de mis pecados.  Amén.

 

REF.: Scott M. Marincic. 1992. Grace and Truth-Not Self-Esteem. Lutheran Witness, Jan. p. 21.

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