Génesis 1:16b
“Hizo también las estrellas…”

En 1772, Johann Elert Bode, un astrónomo de Hamburgo, pensó detenidamente sobre la gran brecha que parecía haber entre las órbitas de Marte y Júpiter. Propuso que debía haber otro planeta en esa brecha que nadie había descubierto todavía. En 1801, Guiseppe Piazzi pensó que lo había encontrado. En realidad, estaba catalogando estrellas en constelaciones del zodíaco cuando se encontró con una estrella tenue que se estaba moviendo y, por lo tanto, tenía que ser un planeta. Su descubrimiento recibió el nombre de Ceres.

Sin embargo, resultó que este pequeño mundo no estaba solo. Ceres era simplemente el miembro más grande y esférico de un gran grupo de objetos rocosos entre las órbitas de Marte y Júpiter, ahora conocidos como los asteroides.

Ceres es un mundo pequeño, de solo 583 millas de diámetro. Es uno de los objetos más pequeños del sistema solar por tener forma esférica y es el más grande de los asteroides. Ahora está oficialmente clasificado como planeta enano. La superficie de Ceres está llena de cráteres, lo que tiene sentido cuando nos damos cuenta de que tiene poca atmósfera. Un misterio intrigante es la presencia de compuestos orgánicos en un sitio de la superficie. No se deje engañar: un compuesto orgánico hoy en día es aquel cuyas moléculas contienen al menos carbono e hidrógeno y no implica que la molécula haya sido alguna vez parte de un sistema orgánico vivo.

Dios creó los objetos astronómicos para su gloria, tanto grandes como pequeños.

 Oración: Señor y Padre, nosotros vemos tu obra, en todo lo que has creado, y te damos gracias por el detalle con el que diseñaste todo, sin dejar nada al azar.

 Ref: Las Sorpresas de Ceres Creación 41(3):45, 2019. Imagen: CC BY-SA 2.0 Genérico.

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