El pecado apesta!
Génesis 1:31
“Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana del sexto día.”
Nuevos descubrimientos acerca de como la nariz humana funciona puede explicar el por qué un mundo que era perfecto cuando fue hecho pudo haber llegado a tener tantas cosas apestosas en él. Los humanos y los mamíferos sostienen el record entre todas las criaturas, con alrededor de 1.000 genes para receptores de olor. Pero con solo 1.000 diferentes tipos de receptores de olor, ¿cómo es que podemos oler más de 10.000 diferentes tipos de olores?
Por ejemplo, el ácido nonaino utiliza los mismos receptores que el nonanol, más otros dos. El nonanol literalmente produce el aroma de una rosa. Sin embargo esos mismos receptores, más los otros dos que el ácido nonaino activa, producirá un olor a queso. Aún más asombroso es el descubrimiento de que moléculas prácticamente idénticas pueden producir olores muy distintos. El octanol produce un olor a rosa o naranja, mientras que el ácido octanoico produce un olor rancio y de sudor. Sin embargo las dos moléculas son idénticas excepto por una cadena de conexión de lado extra de átomos.
Esto puede explicar como una perfecta creación de criaturas vegetarianas llegaron a tener olores putrefactos y a comer carne. Una mínima modificación de un “buen” olor puede tornarlo en un “mal” olor. Esto parece confirmarse por el descubrimiento de que los mismos receptores que permiten que los ratones huelan los granos y semillas les permite a las ratas oler la carne. La descomposición que el pecado del hombre trajo a la creación no significó que Dios tuvo que hacer nuevas cosas. Las “buenas” moléculas simplemente se descompusieron en ligeramente diferentes formas con “malos” efectos. ¡Agradecemos a Dios que tenemos un Salvador en Su Hijo Jesucristo quien nos librará de la decadencia que está en el mundo!
Oración: Amado Padre celestial, Te agradecemos que en Cristo Jesús, Tú nos has liberado de la decadencia en el mundo que es el resultado de nuestro propio pecado. Amén.
Ref: Ingrid Wickelgren, “Bone Loss and the Three Bears: A circulating secret of skeletal stability”, Science News, Volumen 134, 24 y 31 de diciembre de 1988, pp.424-425. Foto: Oso pardo en Noruega. Cortesía de Taral Jansen. (CC-BY-SA 3.0)
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