El Señor de la Historia

Hechos 17:26-27

“De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su habitación, para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarlo, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros…”

La historia fluye como un río, imparable para cualquier hombre, desde la creación hasta el juicio final.

El hombre es por naturaleza rebelde y renuente a reconocer un Creador mucho más superior a sí mismo.  En su rebeldía, el hombre ha intentado transformar la Mano creadora de Dios en dados de la casualidad.  Pero eventos de casualidad no pueden crear lo que la mente y los dedos pueden hacer.  El hombre puede argumentar que Cristo no pudo haber resucitado de los muertos porque nuestros científicos más capaces no pueden resucitar de entre los muertos.  El hombre incluso puede afirmar que los estudiosos ya han superado el llamado “mito religioso” cristiano – pero no puede negar que cuando lo hace, crea un nuevo mito religioso.

Toda la historia encuentra su significado en Cristo Jesús y todos los aditamentos de la historia están cubiertos con las huellas digitales de Dios.  Siempre y cuando al hombre se le permita ser libre para ver, este hecho nunca estará escondido por las afirmaciones orgullosas de la ciencia de la humanidad.

Los hombres pueden negar que Dios esté en control de toda la historia o negar que Jesucristo sea el tema de toda la historia.  Ellos pueden intentar contaminar el río de la historia o inclusive esconderlo de la vista de otros, pero no pueden negar que mientras se han hecho intentos fútiles, la historia permanece enumerada en años antes y después de Cristo, AC y DC.  Él, y ningún hombre, es el verdadero Señor de la historia.

Oración: Amado Señor Cristo Jesús, a pesar de las confabulaciones del hombre por alejar a las personas de Ti a través de los sentidos, la llamada ciencia, o la apatía, Te agradezco que permaneces siendo el Señor de la historia y no puedes ser negado. Amén.

 Notes:
Painting: The Sermon on the Mount by Carl Heinrich Bloch (1834–1890).

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