Job 12:7

“Y en efecto, pregunta ahora a las bestias, y ellas te enseñarán; A las aves de los cielos, y ellas te lo mostrarán…

Uno de los muchos placeres de mudarse al Pacífico Noroeste de los Estados Unidos ha sido familiarizarse con los colibríes. Observar documentales sobre la vida salvaje en la televisión británica ciertamente había despertado mi interés por estas súper-aves miniatura, pero poder verlos de cerca es una cosa maravillosa.

Aunque, un par de especies de colibrí puede verse en el estado de Washington, nuestra especie más común es la rufa, que crece a poco más de 3 pulgadas de largo. El nombre del ave obviamente deriva del sonido producido por la notable rapidez del batir de sus alas- hasta 80 pulsaciones por segundo. Su inusual figura de movimiento de 8 alas les permite a estas aves revolotear, e incluso volar hacia atrás, al alejarse de su fuente de alimento – el dulce néctar azucarado de las flores.

La acción rápida de las alas del ave, su ritmo cardíaco rápido y muy rápido vuelo hacen que queme combustible muy rápido. Es por ello que una de sus principales fuentes de alimento es la dieta alta en calorías proporcionada por el néctar. Para las familias, esto nos brinda una oportunidad de atraer a estos hermosos y fascinantes visitantes, al colocarles alimentadores, que contengan soluciones de azúcar.

Entonces, ¿evolucionaron los colibríes su movimiento rápido para quemar las calorías de su combustible de alto octanaje? Si es así, ¡las aves tempranas menos activas podrían haberse vuelto demasiado gordas para volar! ¿O evolucionaron sus largos picos y lenguas para obtener la comida necesaria para su estilo de vida activo? De ser así, las aves tempranas habrían muerto de agotamiento. Mírese como se mire, la evolución del colibrí simplemente no tiene sentido. Estas notables súper-aves fueron diseñadas para hacer exactamente lo que Dios diseñó que hagan.

Al considerar estos encantadores pajaritos, Te alabamos, oh Señor, que Tu consideras nuestras necesidades más altamente que las criaturas notables que has hecho. Amén.

Ref: Dreves, D., El colibrí: pequeño milagro de Dios, La Creación14 (1):10-12, diciembre de 1991.  Imagen: Dean Biggins, EE.UU. Food and Wildlife Service, Dominio Público

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