Pequeños superlativos y el amor de Dios
Salmos 10:14
“Tú lo has visto, porque miras el trabajo y la vejación, para dar la recompensa con tu mano; a ti se acoge el desvalido; tú eres el amparo del huérfano”.
Los colibríes están entre las joyas más exquisitas de la creación de Dios. Muchas de sus actividades y hábitos parecen casi irreales.
No conozco a nadie que se haya cansado de ver a un colibrí revolotear o volar hacia atrás. Nuestro sentido de asombro no disminuye porque no entendemos cómo puede ésta ave hacer estos malabares. Así también, una maravilla aún más grande es saber cómo estas criaturas pequeñas y frágiles pueden sobrevivir en un mundo grande y a menudo hostil.
Considere al colibrí de cola ancha por ejemplo, este pequeño colibrí emigra 1.200 millas entre México y las Montañas Rocosas de Colorado cada año. Su sitio de anidar en las Rocosas está lleno de predadores. En este escenario la madre busca una rama protegida donde construirá su frágil nido. Es mejor cuando hay otra rama justo arriba de la rama del nido para proveer refugio de los elementos así como para cubrirlos de los halcones y arrendajos azules. Ella teje su nido de telarañas y plantas, de un tamaño aproximado a la mitad de una pelota de golf. Le tomará por lo menos dos semanas y media para que sus dos huevos del tamaño de una alverja nazcan. Mientras tanto, la pequeña mamá, que pesa menos de un octavo de onza, debe mantenerse a sí misma y a sus huevos calientes en medio de temperaturas que pueden bajar más allá del congelamiento.
Dios ha equipado al colibrí delicado con inteligencia y una habilidad excelente de vuelo, para que aunque pequeño y débil, pueda sobrevivir. ¡La incesante existencia de esta frágil criatura glorifica a su Creador, y no al principio de la sobrevivencia de los más fuertes!
Prayer:
Me maravillo, Amado Padre, de cómo has diseñado y cuidado del colibrí. Cuando soy tentado a actuar en mi propia fuerza en vez de en la Tuya, recuérdame de Tu cuidado por el frágil colibrí. En nombre de Cristo Jesús. Amén.
Notes:
Calder, William A. 1992. Ten years on an aspen branch. Natural History, July. p. 4.