Precisamente así
Romanos 1:25
“…ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.”
Me encantaba cuando mi maestra de la escuela primaria leía cuentos a la clase. Ella tenía algunas historias favoritas. Una de sus colecciones favoritas eran las historias Precisamente así de Rudyard Kipling. La idea de cada historia era dar un relato ficticio de cómo surgieron ciertas características de varios animales. Por supuesto, Kipling no estaba presentando una tesis científica. Él esperaba que sus historias fueran recibidas como obras de la imaginación. Así, en su “El Niño Elefante”, aprendimos sobre un elefante joven con nariz de botón que estaba molestando a un cocodrilo. El cocodrilo atrapó al Niño Elefante por la nariz y haló, y su nariz se extendió hasta convertirse en el largo tronco que tenemos hoy.
Lo que siempre me ha sorprendido desde que me convertí en cristiano es cuán similares son muchas ideas evolutivas a la imaginación de Kipling. Por ejemplo, existen aquellos zoólogos que sostienen que las jirafas desarrollaron gradualmente cuellos más largos para poder obtener alimentos de las ramas más altas de los árboles. Esto sin tomar en cuenta, las muchas características adicionales que se encuentran en el cuello y la anatomía de una jirafa – no solo en la longitud del cuello.
Un informe académico reciente ha sugerido que el vuelo se desarrolló en los dinosaurios terópodos cuando las criaturas empezaron a batir sus brazos, y así sus brazos se convirtieron en alas a medida que se iban evolucionando en aves.
Por supuesto, los artículos evolucionistas son mucho más sofisticados de lo que he sugerido aquí. Pero, en especie, realmente no son mucho más que historias ingeniosas como las de “Precisamente así”. Nosotros no necesitamos tales historias, porque la Biblia explica claramente cómo Dios puso la vida en esta Tierra.
Oración: Oramos, Padre, por la libertad de la necesidad de creer en historietas. En cambio, Señor, oramos que la gente te dé el honor que mereces por todo lo que has hecho. Amén.
Ref: Kipling, R., (Edición Candlewick 2004) Precisamente así. Imagen: Dominio Público.
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