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Proverbios 17:7
“Si no conviene al necio el lenguaje elocuente, ¡cuánto menos al príncipe el labio mentiroso!”
Varias diferentes especies de animales se comunican sobre una base limitada entre sí. Pero el lenguaje humano es único, dejando a aquellos que creen en la evolución perplejos. El fósil humano más antiguo muestra las estructuras óseas necesarias para el lenguaje. Los evolucionistas admitirán, en un momento cándido, que no tienen idea como el lenguaje pudo haber evolucionado. Un investigador moderno dijo que tienen sólo “inferencias basadas en sospechas”.
Algunos científicos han observado que los seres humanos vienen con la habilidad incorporada de aprender y hablar. Aunque esta idea no es popular entre los evolucionistas, está apoyada por una estructura única del tracto vocal humano. Ninguna otra criatura tiene algo parecido. La laringe humana se encuentra en la parte inferior de la garganta. Esa colocación crea una cámara de sonido que nos permite que el lenguaje sea expresivo. Además esa colocación nos previene de respirar y comer o tomar al mismo tiempo. Pero no nacemos de esa forma. La laringe de un bebé recién nacido se encuentra un poco más arriba de la garganta, permitiéndole al bebé respirar y amamantar a la misma vez. Para cuando un niño tiene 6 años, y no tiene necesidad de amamantarse y respirar a la misma vez, aunque está aprendiendo a hablar, la laringe ya se ha movido a su posición adulta.
Este obvio arreglo de diseño que apoya el lenguaje humano presenta más problemas para los evolucionistas. Pero para aquellos que creen en nuestro Dios Creador, es un testimonio más de Su sabia obra.
Oración: Amado Padre, Te agradezco y alabo por el regalo del lenguaje. Amén.
Ref: Roger Lewin, Correr la voz, New Scientist, 5 de diciembre de 1998, pág. 46. Vista de cabeza y cuello de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (PD).
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