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Isaías 40:8
“La hierba se seca y se marchita la flor, mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.”
En todo el mundo las personas aprecian las flores. Sus muchos colores y dulces fragancias llenan los jardines y floreros alrededor del mundo. Esto hace que la explicación evolucionista del por qué existen la flores sean aún más interesante.
De acuerdo a la evolución, las flores se desarrollaron aún antes de que hubiese abejas, polillas o mariposas que las polinicen. Ellos intentaron resolver este problema al sugerir que posiblemente los escarabajos polinizaron las flores. Esta sugerencia hace que otro capítulo en muchos libros de evolución sea aún más interesante. Me refiero al capítulo sobre como las flores están diseñadas para mantener lejos a no-polinizadores como los escarabajos lejos del néctar.
También se nos ha dicho que la belleza que encontramos en las flores es bastante accidental. Para citar un libro, “En realidad si los insectos no tuvieran visión a color, las flores serían pardas y si los insectos no pudiesen detectar los olores, las flores no tendrían fragancias.” Esto nos lleva a preguntarnos cómo sabían las flores que los insectos podían ver los colores y oler las dulces fragancias. Aún si las plantas pudiesen estudiar a los insectos y compartir sus descubrimientos las unas con las otras, todavía no podrían ingeniar cambios en su diseño. Los hombres han querido volar por miles de años. ¡Pero por más que lo han deseado, nadie ha podido hacer que le crezca una pluma o una hélice!
Las flores y las complejas interrelaciones a través de las cuales son polinizadas forman una de los más bellos y maravillosos ejemplos del trabajo del Creador. ¡Tal vez ésta es la razón por la cual es tan difícil para los evolucionistas explicarlas!
Oración: Te agradezco Señor por la belleza que nos rodea cada día. Yo me maravillo que a pesar de la destrucción que el pecado ha traído al mundo no ha podido destruir la belleza de Tus obras. Ayúdame a recordar Tu más grande trabajo, mi salvación a través del perdón de pecados, ya que esto destruyó al pecado ahora y para siempre. Amén.
Notas: Camazine, Scott. 1987. The Naturalist’s Year. New York: John Wiley & Sons, Inc. p. 86.