Proverbios 20:12
“El oído que oye y el ojo que ve, ambos igualmente ha hecho Jehová”.

¿Sabía usted que si fija sus ojos en un objeto sin un movimiento ocular en lo absoluto eventualmente quedaría ciego?  En realidad, es imposible mirar fijamente algo sin algún tipo de movimiento ocular y hay buena razón para esto.

Usted puede estar al tanto de que cada globo ocular tiene un punto ciego donde el nervio óptico está pegado.  Normalmente no lo notamos porque el otro ojo llena la porción faltante de la imagen en nuestro cerebro.  Sin embargo, hay mucho más que esto que está sucediendo para hacer posible la visión.  Suponga que está hablando con alguien, moviendo su cabeza en acuerdo.  A pesar del movimiento, sus ojos se mantienen enfocados en su cara.  Usted puede hacer esto debido a un órgano en su oído llamado el órgano sensorial vestibular.  Éste siente el movimiento de la movida de su cabeza y envía información a sus ojos, permitiendo que se mantengan enfocados mientras se mueve su cabeza.  Lo más asombroso es lo que usted no ve.   Su retina esta entrecruzada con vasos sanguíneos que echan sombras a su campo visual.  Usted nunca los ve porque las sombras nunca se mueven.  Esto explica el por qué, si pudiera mirar fijamente a algo, se quedaría ciego.  Su cerebro automáticamente filtra perfectamente las imágenes que no se mueven.  Si no lo hiciera, constantemente vería una red de vasos sanguíneos en su retina.  Así que cuando usted mire intensamente algo, los músculos del ojo envían vibraciones microscópicas al globo ocular haciendo que vibre para que usted no quede ciego.

La habilidad de ver es el resultado de varios sistemas diseñados con precisión que funcionan juntos para darnos una visión confiable.  Dios, y no la casualidad, ha creado tal integración precisa.

Oración: Yo me regocijo, Señor, ya que no has dejado mi diseño a la casualidad.  Amén.

Notas: Discover, 6/00, p. 108, “Tu Steadicam”. Foto: Retina del ojo izquierdo normal. Cortesía de Mikael Häggström.

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