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Génesis 1:14
“Dijo luego Dios: «Haya lumbreras en el firmamento de los cielos para separar el día de la noche, que sirvan de señales para las estaciones, los días y los años…”
El fenómeno de El Niño ha estado periódicamente cambiando el patrón climático del Norte y Sur América por miles de años. El Niño en los Andes resulta en un retraso de cuatro a seis semanas en la lluvia necesitada para los cultivos de papas sobre la que dependian los antiguos campesinos. Ellos incluso sabían antes de tiempo cuando esperar sembrar sus papas para tener mejores resultados.
Entre Junio 13 y 24 de cada año estos campesinos buscarían en el cielo del amanecer señales invisibles de El Niño. Las aguas cálidas del El Niño causan que se acumule más humedad en la atmósfera. Algo de esta humedad de forma cirrosa invisible arriba en la atmósfera. Aunque invisibles, estas nubes causarían que algunas de las estrellas más opacas desaparezcan. Así que el campesino andino miraba hacia el horizonte noreste para encontrar las Pléyades. Si todas las siete estrellas, incluyendo la más opaca de ellas, brillaban claramente mañana tras mañana, el campesino andino sabía que no se estaba formando El Niño. Sin embargo, si consistentemente veían que las estrellas se iban opacando, sabían que debían retrasar la siembra durante cuatro a seis semanas porque las lluvias llegarían tarde.
¿Dónde aprendieron los campesinos andinos las señales y consecuencias de El Niño para sus cultivos? La Biblia enseña que el sol, la luna y las estrellas también sirven para darnos señales acerca de las estaciones. Parecería que Dios originalmente dio a Adán la habilidad de leer estas señales, conocimiento que Adán habría pasado a sus futuras generaciones.
Oración: Te alabo, Señor, ya que toda la creación muestra Tu obra. Amén.
Notas: Science Frontiers, 3 4/00, pág. 1 “Arqueometeorología”. Foto: El Niño de 1997 visto por TOPEX/Poseidón. Cortesía de la NASA.
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