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1 Pedro 1:20-21
“Él estaba destinado desde antes de la fundación del mundo, pero ha sido manifestado en los últimos tiempos por amor de vosotros. Por medio de él creéis en Dios, quien lo resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios”.
Las bendiciones se pueden convertir en maldiciones. Por ejemplo, un analgésico puede ser utilizado para encubrir una lesión que necesita tratamiento inmediato. El dolor es desagradable. Sin embargo, cuando el dolor nos dice que movamos nuestra mano de la estufa caliente, nos ayuda a prevenir lesiones peores.
Cuando Dios creó el universo y puso a los humanos en la tierra, no había enfermedad, ni dolor, ni muerte. La Biblia nos dice que Dios también sabía que nuestra libertad de quitarle nuestro amor resultaría en las consecuencias de haberle quitado ese amor – esto es, enfermedad, dolor y muerte. En Su sabiduría. Dios llenó la creación con fábricas químicas que podrían proveer temporalmente ayuda para el dolor y la enfermedad.
La dedalera o digitalis, ofrece un tratamiento para la insuficiencia cardiaca. La quinina, de un árbol de Sur América, es utilizada para tratar la malaria. Los esteroides vienen de un ñame mejicano. Un tratamiento para la gota es hecho del narciso de otoño. Un hongo que crece en la planta del centeno y la cafeína de los granos de café es utilizado para tratar las migrañas. La corteza del sauce blanco, que contiene una forma de aspirina, ha sido utilizado por miles de años como un tratamiento natural para el dolor y la fiebre.
El dolor, la enfermedad y la muerte nos llaman la atención a nuestra condición espiritual más seria. Si no tendríamos que enfrentar la muerte en esta vida, estaríamos condenados a pasar la eternidad en un mundo imperfecto. Podemos agradecer a Dios que Él ha provisto el remedio para nuestro pecado en el perdón de pecados a través de Su Hijo, Cristo Jesús. ¿Está su confianza puesta para la salvación en Jesucristo y lo que Él ha hecho por usted?
Oración: Amado Padre celestial, te agradezco que Tú nos has provisto con alivio de algunos de los resultados del pecado. No permitas que los remedios terrenales escondan mi necesidad del único remedio para el pecado, que se encuentra en Cristo Jesús, Tu Hijo. Amén.
REF.: Muchas medicinas tienen como fuente las plantas. Minneapolis Star-Tribune, 1 de noviembre de 1990. p. 11E. Foto: Ilustración de dedalera (PD)
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