Lucas 11:28
“Pero él dijo: —¡Antes bien, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la obedecen!”

Nuestros sentidos nos ligan al mundo a nuestro alrededor y nos permiten interactuar con el mundo.  Mientras que mucha gente cree que nuestro sentido de la vista es el sentido más importante y el más maravilloso en diseño, nuestro sentido del oído no es menos maravilloso.

Cuando un sonido llega a su oído, su tímpano vibra con las hondas del sonido, rápido o lento, suave o duro.  Estas variaciones en vibración nos proveen de importante información acerca de la naturaleza del sonido que estamos escuchando.  ¡Algunos sonidos producen una vibración en el tímpano tan pequeño como la billonésima parte de un centímetro – sólo una décima del diámetro de un átomo de hidrógeno!  Hay tres huesos pequeñísimos en el oído medio llamados martillo, estribo.  Éstos recogen las vibraciones del tímpano, las amplifican y las envían a la cóclea.  La cóclea está llena con alrededor de 25.000 células de pelitos diminutos que por último vuelven y cambian las vibraciones en señales eléctricas que son enviadas al cerebro.

Nuestra audición está diseñada para ser más sensible a los sonidos altos que a los sonidos bajos.  Si tuviéramos sólo un poco más de sensibilidad a los sonidos de tono bajo, continuamente estaríamos distraídos por los sonidos internos de nuestro cuerpo, incluyendo la sangre que corre por nuestras arterias. De hecho, para ayudar a prevenir esto, no existe ningún vaso sanguíneo en la parte del oído donde las vibraciones son transformadas en impulsos eléctricos.  El cuerpo sostiene la vida en estos tejidos al constantemente bañarlos en nutrientes disueltos.

Mientras que podemos escuchar muchas cosas, y decidir no escuchar otras, el Creador que diseñó tan maravillosamente nuestros oídos nos invita a escuchar Su Palabra a nosotros en la Biblia.

Oración: Padre, Te agradezco por Tu Palabra, que nos habla de Tu amor por mí en Cristo Jesús y Tu voluntad para mi vida.  Perdóname por aquellos momentos que he escogido no escuchar Tu Palabra, y permite que esté más ansioso por escucharla en el futuro.  Amén.

REF.: McCutcheon, Marc. 1989. The Compass in Your Nose . . . . Los Angeles: Jeremy P. Tarcher, Inc. p. 90. Imagen: Ear anatomical structure, Envato.

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