Génesis 7:11
“Aquel día del año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, fueron rotas todas las fuentes del gran abismo y abiertas las cataratas de los cielos”

El año de 1816 fue llamado el “año sin verano”.  Registros climáticos y recortes de periódicos nos ofrecen un registro del clima inusual que golpeó alrededor del mundo en 1816.

Un periódico de Vermont reportó que el 6 de junio empezó a nevar y granizar a las 10:00 de la mañana y continuó hasta la tarde.  A mediados de julio la cosecha de maíz en Maine fue casi totalmente destruida por una helada.  A fines de agosto la cosecha restante de maíz, tan al sur como Massachussets, fue congelada así como otras cosechas.

Ésta  extraña historia en realidad empieza un año antes, en 1815, en Indonesia.  Allí es cuando el Monte Tomoboro empezó a erupcionar con tal violencia que algunas de las explosiones podían ser escuchadas a 1.000 millas de distancia.  Al fin, Tomoboro había estallado sobre 25 millas cúbicas de restos en la atmósfera.  Este polvo suficientemente bloqueó la luz del sol para virtualmente cancelar el siguiente verano alrededor del mundo.

Sin embargo, la lección para nosotros es que catástrofes inmensas, que cambian la tierra son una parte normal de la historia de nuestro planeta.  Podría tomar procesos normales de 500 años para crear la misma capa en solo unas cuantas horas.  Solo imagínese cuan alejadas están las fechas evolucionistas cuando esto sucede.  Sabemos por experiencia que las cosas no simplemente continúan por miles de años sin que alguna catástrofe tome lugar.

Prayer:
Amado Padre celestial, la violencia y poder de un terremoto o una erupción volcánica nos recuerda cuan indefensos realmente somos. Incrementa mi convicción de que mi vida siempre descansa en tus manos amorosas para que la violencia de la naturaleza no me lo tenga que recordar. En nombre de Jesús. Amén.

Notes:
Stommel, Henry, and Elizabeth Stommel. 1980. The year without a summer. Scientific American, Dec. p. 176.

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