Salmos 96:3
“Proclamad entre las naciones su gloria, en todos los pueblos sus maravillas…”

Las semillas de orquídeas típicamente no pueden empezar su vida sin una buena infección fúngica.  Las semillas diminutas y duras no pueden empezar a brotar hasta que las hebras fúngicas crezcan dentro del pequeño embrión.  Esto incita el brote porque el hongo convierte los nutrientes almacenados en la semilla en una forma que necesita el embrión.  Sin esta conversión, la semilla nunca brotará.  El embrión ni siquiera puede absorber el agua que necesita sin la ayuda del hongo.

Para cuando tienen hojas verdes, la mayoría de orquídeas jóvenes pueden hacer su propio alimento y absorber su propia agua.  Cuando la orquídea entra en una etapa inactiva al final de la temporada de crecimiento, su relación con el hongo de su nacimiento se termina para siempre.  Pero cuando la nueva temporada de crecimiento comienza, la orquídea inactiva una vez más debe ser infectada por un hongo hasta que se formen nuevas raíces y tallos y crezcan nuevas hojas verdes.  Algunas orquídeas, se quedan totalmente dependientes del hongo para sus nutrientes, minerales y agua.

La completa dependencia de la orquídea con el hongo para poder brotar o, en algunos casos, para proveer todos sus nutrientes y agua, hace que sea un milagro el que hayan orquídeas del todo.  Si la evolución fuera cierta, es altamente poco probable que la primera orquídea haya evolucionado exactamente donde se encontraba el hongo correcto.  Una explicación mucho más simple es que la orquídea y el hongo que le infecta fueron diseñados inteligentemente por Dios para esta relación especial.

Oración: Amado Padre, Yo no puedo vivir sin Ti y sin la salvación que me has dado a través de Cristo Jesús.  Amén.

 Ref: Peter Bernhardt, Violetas y orquídeas subterráneas, p. 219.  Foto: Orquídea – PD

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