! No hay casualidad de que sea una casualidad ¡

Salmos 104:24
“¡Cuán innumerables son tus obras, Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; ¡la tierra está llena de tus beneficios!”

Al aprender más del código genético, se hace cada vez más difícil escaparse de la conclusión que todas las cosas vivas – y por implicación, todas las cosas – tienen un muy sabio Creador personal.  Por lo menos un investigador en este campo ha admitido que es extremadamente improbable que el código genético compartido por la mayoría de cosas vivas se diera por casualidad.

Los investigadores han concluido que casi un billón billón de códigos genéticos son posibles.  ¡Esto es un uno, seguido por 20 ceros!  Pero no todos los códigos genéticos son creados iguales, diciéndolo así. Algunos son mejores que otros en prevenir errores cuando se produce un nuevo material genético o proteínas hechas de material genético.  Y cuando los errores genéticos se dan en la producción de proteína, un mejor código genético buscará minimizar el error.  El código genético que nosotros tenemos es el mejor en hacer esto.  ¡Más que eso, el código que tenemos es el mejor en minimizar el daño causado por proteínas defectuosas en los mismos genes donde es más probable que suceda!  Luego de admitir que este código no podía suceder por casualidad, entonces un investigador dio el crédito a la “selección natural”.

Que el código genético sea un sistema de almacenamiento de información inmensamente más complejo que cualquier cosa que alguna vez hayamos construido, nos debe decir que tiene un Creador sabio y poderoso.  Y que el sistema genético que tenemos es el mejor de un billón billón de posibilidades debería señalar la causa de Dios como Creador.

Prayer:
Padre, te agradezco, porque soy tu posesión hecha por tu mano. Amén.

Ref: Jonathan Knight, Top Translator, New Scientist, 18 de abril de 1998, p.15. Foto: El código genético es mucho más complejo que la instalación de la supercomputadora IBM Blue Gene / P en el Argonne Leadership Angela Yang Computing Facility. Cortesía del Laboratorio Nacional de Argonne. (CC-BY-SA 2.0)

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